Dungeons & Dragons

Hambor

Relato para Dungeons & Dragons
martes, 01 enero 2008 00:00

Hambor es uno de los testimonios del tremendo valor y entereza que puede manifestar el hombre, y también de sus peores vilezas. La creación de Hambor es ya una leyenda, y puede que mucho de lo que se cuenta no sea demasiado veraz. Probablemente soy el último ciudadano de Hambor que ha oído la historia de la boca de alguien que la viera con sus propios ojos, así que voy a narrarla tal y como la recuerdo antes de que mis ojos se abran por última vez.

Durante el nonigentésimo nonagésimo nono año tras la fundación del Imperio Georiano nació el mayor enemigo del Imperio, y nació del seno de la Emperatriz. El Caído, cuyo nombre ha sido olvidado ya que nadie lo pronuncia, era el heredero del Último Emperador, uno de los hombres más poderosos y afortunados del mundo. Nadie sabe qué o quién hizo que su alma se torciera, pero su inteligencia diabólica y su posición le permitieron acceder a objetos que jamás debiera haber poséido ningún mortal. En cuestión de poco tiempo había conseguido reunir en su alejado feudo a los seres más lúgubres y a los más corruptos hechiceros, y aunque era evidente que estaba aglutinando una horrible horda de seres con malignas ansias de destrucción, el Emperador no intentó detenerle, y nadie tuvo el valor de contradecirle.

Cuando el último día del año acabó, miles de personas en todo el mundo perdieron la vida para levantarse al poco tiempo como terribles seres no-vivos que atacaban a sus hasta hacía poco parientes, amigos, amados, hijos... El Terror se esparció por todo el Imperio, salvo en Anum, la capital. No fue difícil suponer que todo aquel horror provenía de la provincia maldita de Ashair, feudo del Caído, pues los estragos eran más evidentes cuanto más se acercaba uno a aquellas tierras negras.

Lo peor que puede ocurrir cuando la desgracia invade el alma de un hombre es que la abandone la esperanza. La esperanza murió cuando el Emperador mandó ajusticiar en la Plaza Mayor de Anum a todos los que le conminaron a atacar al horrible ejército de monstruos de su hijo. Los días se sucedieron mientras las fuerzas del Caído avanzaban impunes por el Imperio, lejos de la capital. Recorrieron de Norte a Sur todas las provincias, desde las Montañas de Nimor hasta el Bosque Claro, masacraron y devoraron todo a su paso, hasta llegar a Camu. En Camu, el lugar del imperio más alejado de Ashair, los meses de viaje del veloz ejército oscuro habían sido aprovechados. Un hombre osó desafiar la autoridad del Emperador, y mató con su espada al alguacil y a todos los guardias que defendían el pabellón de la familia imperial. Cayeron 20 soldados bien pertrechados ante un solo hombre vestido con ropas sencillas y armado con únicamente una espada. El pabellón fue derribado y comenzaron a llegar soldados que habían renegado de su causa, hombres de armas, caballeros, ciudadanos, villanos, labriegos, taberneros, madres y sus niños...

En la provincia de Camu se libró la batalla más gloriosa de la historia, gente de toda condición, raza, sexo y creencia formó tras la unidad de un hombre al que sólo se conocía como Hambor. Hoy se dice que era un ángel, o el verdadero hijo del Emperador secuestrado por seres malignos que retornaba para hacer justicia... Lo cierto es que en aquel momento no era nada de eso, sino mucho más, era la esperanza renacida, el último hálito del Antiguo Imperio. Mucha gente de la provincia le conocía, pero también fueron muchos los que tras la batalla juraban ser sus amigos desde la infancia. Eso ya no importa.

El destino de la batalla es por todos conocido. Las fuerzas combinadas de Ashair y Anum hicieron retroceder al pobremente organizado ejército de Hambor, aunque no sin perder muchos efectivos en la lucha. En las marismas antes conocidas como La Lengua las tropas de Hambor fueron acorraladas contra el mar mientras el sol se escondía tras los bosques. Cuando el final parecía inminente un terrible alarido surcó el aire, derribando a casi todos los hombres de dolor, y deshaciendo a todas las oscuras criaturas en pedazos. Pocos fueron los hombres que vieran lo que ocurrió después, pero todos coincidieron con enanos y elfos en que Hambor había enterrado hasta la empuñadura su espada en el enorme y desfigurado cuerpo del Caído, y que no pudo extraerla del cadáver cuando el Emperador cargó contra él. La Espada Sagrada que portara la familia imperial desde hacía un milenio acabó con la vida de Hambor. Pocos segundos después decenas de virotes y flechas atravesaron el cuerpo del Último Emperador. Nadie encontró el cadáver de Hambor, ni su espada. Lauduphiel, la Espada Sagrada, fue llevada al Templo de Anum. Hoy en día esas marismas se conocen como la Tierra Libre, y a escasos kilómetros se levanta la ciudad de Hambor.

Manuscrito de Lodan. Perdido.

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